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Cuerpo y alma

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Sanando el pasado


¿Sientes que hay temas del pasado abiertos que aún son dolorosos?

¿Cargas con mochilas que te dificultan avanzar?

Si el pasado no fue bien resuelto reaparecen el desánimo, la inseguridad, el miedo al abandono, la dependencia emocional, etc… un repertorio de situaciones que arrastramos y que muchas veces no tiene que ver con la situación actual.

Podremos vivir más ligeros y centrados en el presente,

siempre que logremos superar el pasado.

Personalmente tuve una infancia sin padre, lo conocí cuando ya era adulta, y desde pequeña arrastraba la sensación de: “me falta algo”. Esta sensación se trasladaba a casi todo los ámbitos de mi vida: amigos, pareja, trabajo, y sobre todo en la relación conmigo misma. Los sentimientos del pasado se trasladaban a mi presente complicando las cosas. Recién logré el amor y la satisfacción personal y profesional, cuando por fin pude sanar heridas que tenía abiertas dejando atrás sentimientos que arrastraba de mi infancia. Y puedo afirmar que es un alivio vivir sin la continua sensación de: “me falta algo”.

El origen de la capacidad para relacionarnos, se remonta a los comienzos de la vida. Nuestros padres o figuras parentales, son el sostén desde donde se estructura la propia identidad y se forja la autoestima.

Escribe Alfredo Moffatt: “Los padres entregan un primer ‘molde’, desde el cual los hijos existen”. El primer molde, o el guión como lo llama Eric Berne, lo proyectan los padres sobre el niño aún antes de concebirlo. Nuestra historia personal se relaciona con la historia familiar y con el ‘paquete generacional’ que pasa de abuelos a padres y de padres a hijos, por eso es necesario revisar esa herencia y decidir con qué nos quedamos y que cosas dejamos de cargar en nuestras espaldas.

Sanar heridas del pasado para vivir tranquilos en el presente.

No hablamos necesariamente de temas graves,

ni de familias desestructuradas o de casos extremos.

Por ejemplo: la familia de Juan, es una familia realmente muy unida y amorosa, pero no facilita que Juan se aleje un poco del círculo familiar para vivir su propia vida con confianza en sí mismo. En la familia de Nuria comparten un dolor profundo por un hecho desgraciado, esto les invade de tristeza, y para Nuria ser feliz es casi una traición a su familia (aunque ella quiere ser feliz, una parte de sí misma continúa siempre fiel al guión familiar). Estas familias desean el bien para sus hijos, pero debido a sus propias dinámicas -a veces silenciosas- los hijos se sienten muchas veces atados o bien, cargan con pesos demasiado grandes.

Si tienes una fractura en el codo es normal que te duela, cuando le das la mano a alguien para saludarlo, o bien, cuando te dan un abrazo. No es necesario que te ataquen, ni que te toquen para que te duela; si comprendemos este ejemplo podremos entender que con las heridas del pasado sucede algo similar: aunque tu pareja no tenga la intención de abandonarte, aunque la gente no te considere aburrido/a -si tú vas con ese guión y lo reactualizas- ¡muchas veces provocarás que sea real!

Quedarte anclado/a, cargando con herencias “pesadas”,

obstaculizará tu presente y te impedirá construir un sano futuro.

Desplazar la ira, el miedo o la desconfianza hacia la pareja, no te ayudará si deseas construir una buena relación. El miedo a la soledad puede ser un miedo de la infancia que no se justifica en tu vida adulta.

Una elaboración saludable de lo vivido, transforma el pasado en un recuerdo que no tiene por qué invadir tu presente, ni convertirse en síntomas que perturben los nuevos vínculos.

Cambiar tu rol o posición -cuando el lugar que ocupas en el sistema familiar es perjudicial- es necesario y te aportará fuerza y tranquilidad, pero además te ayudará a mantener una sana relación en el presente con tu familia, que a su vez, tiene un efecto determinante en tu felicidad.

Sólo si te ocupas de sanar tu pasado podrás dejar de desplazar los roles, conflictos, y las emociones al presente y vivir con confianza.

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